Bar-Restaurante Caribbean
Dirección:
Carrer Rosa Escrig, 7, 03850 Beniarrés, Alicante
Teléfono: 965 51 55 44
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El barranc de l’Encantà debe su nombre a una leyenda posterior a la Reconquista que el erudito botánico Antonio Cavanilles recoge en su obra Observaciones: “barranco que la credulidad llamó de la Encantada por la piedra circular de unos cinco pies de diámetro, que en forma de ventana cerrada se ve en la garganta del barranco a 20 pies sobre el nivel ordinario de las aguas. En esta fingió el vulgo la boca de cierta mina donde los Moros escondieron sus tesoros y dexáron encantada una doncella, que cada cien años sale para volver á entrar en el mismo día.”
Nace en las proximidades de Beniaia, en la Vall d’Alcalà, discurre por el término de Planes, atravesando una serie de gargantas excavadas en las formaciones calizas de la Sierra de Cantacuc y desfilando hacia Beniarrés enclavado entre las sierras de l’Albureca y del Cantalar en busca del río Serpis, al que tributa sus aguas. En total, l’Encantà recorre más de 8 kilómetros de un barranco agreste, formando un conjunto de gran belleza paisajística y contrastado valor faunístico y botánico.
En cuanto a la vegetación, se trata de la típica vegetación mediterránea: árboles y arbustos en general perennifolios y esclerófilos, es decir, de hojas pequeñas, duras y a menudo espinosas, para ahorrar agua a lo largo del período estival. La estructura de la vegetación varía según su localización, así como de su situación en solana o umbría. Existen algunas pinadas de pino carrasco (Pinus halepensis) de poca extensión, junto con algunos ejemplares de carrasca (Quercus rotundifolia) que, de forma dispersa, aparecen por el paraje recordándonos lo que en otros tiempos fueron extensas formaciones boscosas. Menos abundante es el madroño (Arbutus unedo) cuya población, junto con el cerezo de Santa Lucía (Prunus mahaleb), está prevista reforzar dentro del Plan de gestión de la Microrreserva de flora de l’Alt de Senabre que linda con l’Encantà. También está prevista la reintroducción del fresno de flor (Fraxinus ornus), árbol caducifolio de hojas compuestas, que antaño existía y actualmente ha desaparecido.
Entre los arbustos abunda el lentisco (Pistacia lentiscus) y la cornicabra (Pistacia terebinthus). Otros arbustos también abundantes son el enebro (Juniperus oxycedrus), la coscoja (Quercus coccifera), planta próxima a la carrasca pero con hojas de un verde más nítido, la aliaga (Ulex parviflorus), arbusto fuertemente espinoso y con flores de un color amarillo intenso que dan color al paisaje invernal, el brezo (Erica multiflora) de hojas reducidas y flores de color rosa pálido y el palmito (Chamaerops humilis), única palmera autóctona de la Península Ibérica. Otra especie interesante es la sabina (Juniperus phoenicea). En primavera destacan en el paisaje las grandes flores blancas o rosas de las jaras (Cistus albidus, Cistus salviifolius, Cistus monspeliensis). Entre las plantas aromáticas, mayoritariamente de la familia de las labiadas, son abundantes el romero (Rosmarinus officinalis), el tomillo (Thymus vulgaris), la ajedrea (Satureja obovata) y, en menor abundancia, la pebrella (Thymus piperella), especie protegida por ser endemismo ibero-levantino.
Asimismo, en la Microrreserva de flora de l’Alt de Senabre que linda con l’Encantà, se han catalogado 252 especies en apenas 5,61 hectáreas –de las cuales 13 son endémicas, 11 son raras con riesgo menor de extinción, 3 están amenazadas y otras 5 son especies protegidas en el ámbito autonómico–, lo que puede dar una idea de la biodiversidad florística de la zona.
Junto al cauce aparece otro tipo de vegetación, dependiente del agua: la vegetación de ribera. Entre los árboles destacan el chopo (Populus nigra) y el álamo blanco (Populus alba), los dos caducifolios, fácilmente distinguibles entre sí por las hojas. Aparecen también diversas especies de sauces (Salix eleagnos), así como la abundante adelfa (Nerium oleander), de grandes flores rosadas y venenosa tanto para el hombre como para el ganado. Junto a ésta resulta fácil encontrar el tamarindo (Tamarix gallica), la zarzamora (Rubus ulmifolius), formaciones de caña (Arundo donax). Muy cerca del río aparecen de forma dispersa formaciones de carrizo (Phragmites australis), un tipo de caña no tan alta pero más estilizada que requiere la presencia de agua, al menos de forma estacional, la cola de caballo (Equisetum telmaitea), el yezgo (Sambucus ebulus), la unciana (Dorycnium rectum), el rosal silvestre (Rosa micrantha), la esparraguera (Asparagus acutifolius), el mirto (Myrtus communis), el brusco (Ruscus aculeatus), la carrasquilla (Rubia peregrina), la zarzaparrilla (Smilax aspera) y el durillo (Viburnum tinus). Ocupando el mismo nicho ecológico, en la orilla, es fácil encontrar la enea (Typha dominguensis), con unas largas hojas, siendo muy característica su inflorescencia en forma de puro, y el junco (Schoenus nigricans). También se conocen en la zona varias especies de helechos, como el helecho hembra (Pteridium aquilinum), el polipodio (Poyipodium vulgare) y el culantrillo de pozo (Adiantum capillus-veneris), que vive en ambientes húmedos con goteo de agua.
Con la intención de regenerar y/o recuperar este interesantísimo patrimonio natural, la Regidoria de Turisme i Medi Ambient elaboró una Memoria descriptiva y encargó la redacción de un Proyecto de restauración medioambiental del barranc de l’Encantà con el que se solicitó a la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) que autorizase la actuación propuesta. Este proyecto trata de ordenar y compatibilizar los usos sociales que tradicionalmente se han desarrollado en la desembocadura de este paraje con la recuperación y potenciación de sus valores naturales. Así, a la propuesta de su total peatonalización se suma la creación de una zona de recepción y amortiguación, la ordenación y adecuación de los accesos y sendas, la prohibición de acampar o prender fuegos, el reforzamiento de las especies amenazadas y la reintroducción de las desaparecidas, así como la redacción de un Plan de gestión integral que compatibilice y complemente sus usos con los de la Microrreserva de flora de l’Alt de Senabre.
La Cova de l’Or se abre en la vertiente meridional de la Serra del Benicadell, dominando el valle del río de Alcoi. Es una cueva con excelentes condiciones de habitabilidad que acogió uno de los grupos de agricultores y ganaderos pioneros de origen mediterráneo que se expandieron por nuestras tierras desde mediados del VI milenio antes de Cristo (5600 a.C.).
Las primeras noticias como yacimiento arqueológico son de 1933, fecha en que R. Pardo realizó algunas catas. Explorada de nuevo por el Museu d’Alcoi, en 1955 empezaron las campañas de excavación del Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia, al frente de las que estaban J. San Valero y V. Pascual, quien las continuaría de 1956 a 1958.
La riqueza y la importancia del yacimiento, en especial sus cerámicas decoradas mediante la impresión del borde de una concha de Cardium, lo convirtieron rápidamente en clave para la investigación del Neolítico valenciano. Los cereales carbonizados fueron datados por el método del C14, con resultados que alcanzan la fecha del 5550 antes de Cristo, estableciendo el horizonte inicial de la agricultura y la ganadería en la península Ibérica.
Nuevas campañas de excavación y una investigación interdisciplinar fueron reanudadas en 1975 también por el SIP, ahora bajo la dirección de V. Pascual y B. Martí, hasta 1985.
LA VIDA COTIDIANA EN LA COVA DE L´OR
Cuando llegan los primeros grupos neolíticos al valle de Perputxent se había alcanzado el clímax en temperatura y en humedad del período Atlántico. Unas condiciones que potenciaron el esplendor del bosque mediterráneo de carrascas, coscojas y madroños, entremezclado con los árboles caducifolios como quejigos, arces, fresnos, cerezos y espinos. En la solana del Benicadell se protegerían las especies más cálidas como el acebuche y el lentisco, o las más frugales como el pino blanco, los romeros y las jaras.
Hacia el 5600 antes de Cristo este paisaje empieza a sufrir una profunda transformación y la Cova de l’Or nos habla de la huella de los grupos humanos. Las actividades productivas de las sociedades neolíticas reducirán el bosque para implantar pastos y campos de cultivo. Los restos carbonizados muestran el cultivo de cereales como el trigo y la cebada, y de leguminosas como las habas, lentejas o guisantes. Por lo que respecta a los animales domésticos, el predominio de la oveja es muy llamativo, con un número reducido de cabras. El cerdo está bien representado y de forma escasa el toro y el perro.
El modo de vida agricultor requiere fabricar un nuevo ajuar doméstico, del que forman parte los vasos cerámicos que se emplean para cocinar y para almacenar. Las hojas de sílex son utilizadas como cuchillos, o bien como elementos de hoz. Las hachas realizadas mediante pulimento sirven para el trabajo de la madera. Y las cucharas de hueso nos confirman los cambios en las costumbres alimentarias, ahora basadas en cereales y legumbres.
la Cova de L’or. Museo de sitio from MARQ Arqueológico de Alicante on Vimeo.
Texto y coordinación
Bernat Martí Oliver
Ajuntament de Beniarrés y MARQ
con la colaboración del
Museu de Prehistòria de València y Museu Arqueològic Municipal d’Alcoi
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